martes, 19 de agosto de 2025

 




Estos recuerdos

 

Estos recuerdos

—luces y sombras—

de viejas mañanas

Estos recuerdos

—melodías lejanas—

de antiguas historias

Estos recuerdos

-gotas de un aroma añejo-

que me perfuman el alma

María Jesús

 

 

domingo, 10 de agosto de 2025

 


                                                       Imagen de Karolina Graboswka

                                                  

Receta para contemplar un manzano

 

Tomamos unas buenas y sanas raíces, de las del tipo retorcido y profundo, y las envolvemos con papel de tierra bañada en agua y musgo; seguidamente elegimos un lozano tronco, que sea fácil de manejar y le practicamos diversos cortes de arriba abajo, poniendo buen cuidado en que estos sean superficiales y no dañen el interior. Los dejamos que sequen al aire y que vayan tomando forma. Cuando estén en su punto tomamos el tronco y lo espolvoreamos con agua de canela, poniendo un chorrito de resina añeja para que le dé más sabor. Dejamos en reposo, tapado con unas gotas gordas de lluvia, y procedemos a pintarlo con un pincel amplio y rugoso. Aunque el color suele ser amarronado, puede variar su tonalidad, más rojizo o más ocre, en función de la resina y la canela que le hayamos echado. Al mismo tiempo iremos colocando las ramas, que previamente habremos cocido con un caldo de polen y unas rodajas de petricor, y las iremos uniendo al tronco, con suavidad, pero con firmeza, si fuera necesario las ajustaríamos con algunos golpes ligeros de almirez. Es un trabajo que requiere paciencia y cierta maña, pero el resultado lo merece; cuantas más pongamos más frondoso sabrá después nuestro plato; al tiempo que las vamos añadiendo, debemos intentar expurgarla, con meticulosidad, de serpientes o gusanos, que suelen hacer nido en este tipo de alimentos y estropearnos el guiso.

Seguidamente lo ponemos todo al baño María, maceramos las hojas durante unas horas, para que adquieran esa tonalidad verde inconfundible y, posteriormente las amasamos dándole la forma que más nos guste: puntiagudas, abombadas, alargadas… y dejamos secar al aire puro; finalmente, enganchamos con aguja e hilo, de color invisible, a las ramas.

Podemos, si nos apetece, añadir más hojas para que el plato salga más sustancioso.

Como punto final, adornaremos el pie del árbol. Sazonaremos alrededor de este con bastante hierba menuda, mezclando diferentes tonalidades.

El colofón será colgar de las ramas —a modo de pendientes— muchas manzanas de colores: rojas, amarilla o verdes…  y después las rociamos con aroma ácido o dulce, según gustos y colores.

Ocasionalmente podemos añadir, bien cobijados entre ramas, algún nido de gorriones o de jilgueros que siempre darán una nota de alegría al plato.

Una vez hayamos acabado de decorarlo, tomamos asiento, a una cierta distancia, y nos dejamos llevar por la apetitosa visión del manzano, o bien nos recostamos en su tronco y disfrutamos de una buena y sabrosa sombra.

 

María Jesús

viernes, 1 de agosto de 2025

 




Autor de la fotografía: Tomek


15 agosto

El tren no salía hasta las once, pero mi familia, con Sirius a la cabeza, estaba en pie desde las cinco de la mañana. Desayunos, duchas, bocadillos para llevar en el viaje, y mil arrumacos para las gatas y Nico. Barbie, que le debe de haber explicado a Gilda en qué consiste esto de las vacaciones, se lo toma con la calma de la experiencia; Gilda que. ya digo, es de natural tranquilo, nos observaba hacer, aposentada delante de los cuencos de la comida, a modo de recordatorio, no fuera a ser que se nos olvidara llenárselos. Leo ha intentado colar a Nico en dos bolsos y dos maletas alternativamente. Le hemos explicado que él estará mejor aquí con su madre y Barbie, que se nos podría perder y que, además, en el hotel solo aceptan perros y personas, aunque quizá no en este orden. El pequeño, casi con lágrimas en los ojos, ha dicho que era una pena que no lo pudiéramos llevar a ver mundo. No sé de dónde ha sacado la expresión. Se la habrá escuchado a su tía Maite o a la yaya Manuela. Por un momento, me han preocupado un poco sus expectativas de las vacaciones, nuestro destino está a poco más de 100 kilómetros de casa…

Hemos llegado al hotel a la hora convenida y nos hemos distribuido en las habitaciones. Nosotros en una; los niños en la de al lado. Compartimos baño, por lo que estamos como en casa.

Hemos dedicado la tarde a deshacer maletas, básicamente una servidora, ubicarnos en el lugar y pasear por el pueblo. Ha habido también un chapuzón colectivo en la piscina del hotel.

Duda que me reconcome desde hace años: ¿por qué las adolescentes y los hombres, al menos los que son padres, nunca encuentran nada en las maletas o, incluso, fuera de ellas?

Diario de una mujer del extrarradio, Pérez Barrios, María Jesús Edit. Círculo Rojo, 2024.

De venta en: Amazon, El Corte inglés, FNAC, La Casa del libro…

María Jesús