Estos recuerdos
Estos
recuerdos
—luces
y sombras—
de
viejas mañanas
Estos
recuerdos
—melodías
lejanas—
de
antiguas historias
Estos
recuerdos
-gotas
de un aroma añejo-
que me
perfuman el alma
María
Jesús
Receta
para contemplar un manzano
Tomamos unas buenas y sanas raíces, de las del
tipo retorcido y profundo, y las envolvemos con papel de tierra bañada en agua
y musgo; seguidamente elegimos un lozano tronco, que sea fácil de manejar y le
practicamos diversos cortes de arriba abajo, poniendo buen cuidado en que estos
sean superficiales y no dañen el interior. Los dejamos que sequen al aire y que
vayan tomando forma. Cuando estén en su punto tomamos el tronco y lo
espolvoreamos con agua de canela, poniendo un chorrito de resina añeja para que
le dé más sabor. Dejamos en reposo, tapado con unas gotas gordas de lluvia, y
procedemos a pintarlo con un pincel amplio y rugoso. Aunque el color suele ser
amarronado, puede variar su tonalidad, más rojizo o más ocre, en función de la
resina y la canela que le hayamos echado. Al mismo tiempo iremos colocando las
ramas, que previamente habremos cocido con un caldo de polen y unas rodajas de
petricor, y las iremos uniendo al tronco, con suavidad, pero con firmeza, si
fuera necesario las ajustaríamos con algunos golpes ligeros de almirez. Es un
trabajo que requiere paciencia y cierta maña, pero el resultado lo merece;
cuantas más pongamos más frondoso sabrá después nuestro plato; al tiempo que
las vamos añadiendo, debemos intentar expurgarla, con meticulosidad, de
serpientes o gusanos, que suelen hacer nido en este tipo de alimentos y
estropearnos el guiso.
Seguidamente lo ponemos todo
al baño María, maceramos las hojas durante unas horas, para que adquieran esa
tonalidad verde inconfundible y, posteriormente las amasamos dándole la forma
que más nos guste: puntiagudas, abombadas, alargadas… y dejamos secar al aire
puro; finalmente, enganchamos con aguja e hilo, de color invisible, a las
ramas.
Podemos, si nos apetece,
añadir más hojas para que el plato salga más sustancioso.
Como punto final, adornaremos
el pie del árbol. Sazonaremos alrededor de este con bastante hierba menuda,
mezclando diferentes tonalidades.
El colofón será colgar de las
ramas —a modo de pendientes— muchas manzanas de colores: rojas, amarilla o
verdes… y después las rociamos con aroma
ácido o dulce, según gustos y colores.
Ocasionalmente podemos añadir,
bien cobijados entre ramas, algún nido de gorriones o de jilgueros que siempre
darán una nota de alegría al plato.
Una vez hayamos acabado de
decorarlo, tomamos asiento, a una cierta distancia, y nos dejamos llevar por la
apetitosa visión del manzano, o bien nos recostamos en su tronco y disfrutamos
de una buena y sabrosa sombra.
María Jesús
15
agosto
El tren no salía hasta las once, pero mi
familia, con Sirius a la cabeza, estaba en pie desde las cinco de la mañana.
Desayunos, duchas, bocadillos para llevar en el viaje, y mil arrumacos para las
gatas y Nico. Barbie, que le debe de haber explicado a Gilda en qué consiste
esto de las vacaciones, se lo toma con la calma de la experiencia; Gilda que.
ya digo, es de natural tranquilo, nos observaba hacer, aposentada delante de
los cuencos de la comida, a modo de recordatorio, no fuera a ser que se nos
olvidara llenárselos. Leo ha intentado colar a Nico en dos bolsos y dos maletas
alternativamente. Le hemos explicado que él estará mejor aquí con su madre y
Barbie, que se nos podría perder y que, además, en el hotel solo aceptan perros
y personas, aunque quizá no en este orden. El pequeño, casi con lágrimas en los
ojos, ha dicho que era una pena que no lo pudiéramos llevar a ver mundo. No sé
de dónde ha sacado la expresión. Se la habrá escuchado a su tía Maite o a la
yaya Manuela. Por un momento, me han preocupado un poco sus expectativas de las
vacaciones, nuestro destino está a poco más de 100 kilómetros de casa…
Hemos llegado al hotel a la hora convenida y
nos hemos distribuido en las habitaciones. Nosotros en una; los niños en la de
al lado. Compartimos baño, por lo que estamos como en casa.
Hemos dedicado la tarde a deshacer maletas,
básicamente una servidora, ubicarnos en el lugar y pasear por el pueblo. Ha
habido también un chapuzón colectivo en la piscina del hotel.
Duda que me reconcome desde hace años: ¿por qué
las adolescentes y los hombres, al menos los que son padres, nunca encuentran
nada en las maletas o, incluso, fuera de ellas?
Diario de una mujer del extrarradio, Pérez
Barrios, María Jesús Edit. Círculo Rojo, 2024.
De venta en: Amazon, El Corte inglés, FNAC, La
Casa del libro…
María Jesús