sábado, 31 de agosto de 2024

 




Crear

 

La niña, sentada en un banco de la plaza, mira fijamente el cielo salpicado de nubes grandes, chicas y medianas

Las nubes van tomando las formas que ella ordena sin hablar:

Un castillo lejano de ribeteadas almenas como puntillas rojizas, que se esconde detrás de una colina…

Un gato gordo y blando de bigotes largos y afilados como espinas…

Un barco verde y blanco que va surcando los mares azul celeste del cielo…

Una casa grande y alegre puesta sobre la hierba y cargada de ventanas, con una chimenea gris, igual que un dedo torcido señalando el firmamento…

El rostro serio y pecoso de un niño que juega con las canicas… o ¿tal vez es una niña la que juega?

El humo redondo y perezoso que va dejando atrás un tren rojo y que llena el aire de añoranzas…

La niña entorna los ojos, afila la mirada y sonríe. Quiere más.

Saber quién habita en el castillo…

Hacia dónde corre el tren…

Cómo se llama el niño o la niña de las pecas… qué va a pasar en sus vidas…

¿Vive gente en esa casa… muchos… pocos… o tal vez esté encantada…?

Tendrá dueño aquel gato grande y gordo o quizá se ha perdido y alguien lo anda buscando…

 

A qué isla llegarán los náufragos del barco… si es que finalmente el cielo descarga una tormenta persistente y violenta sobre el mar que anda surcando…

La niña sigue sentada en el banco de la plaza, igual que una pequeña diosa con poder para crear y dirigir los destinos. Cruzar, quebrar, cambiar, equivocar o, simplemente, borrar lo creado.

Es pequeña, aún no lo sabe, pero la afilada semilla de colores ha tomado posesión de su mente y de su alma.

Si sigue observando las nubes y les va insuflando vida, con el tiempo y el oficio, esa niña será, tal vez, escritora.

María Jesús

 

 

 

 

miércoles, 21 de agosto de 2024

 




Polvo eres…

 

«Polvo eres y en polvo te convertirás», canturreaba Teresa, cada día de Dios, mientras trajinaba por aquellas salas anchas y cuadradas, seguida por la quieta placidez de las miradas de célebres personajes.

Estaba convencida de que sus palabras le otorgaban un plus de divinidad a su quehacer diario.

Al acabar, con el mismo respeto con el que un sacerdote coloca el cáliz y la patena en el sagrario, Teresa guardaba el plumero y las gamuzas en el pequeño armario de los útiles de limpieza del museo.

María Jesús

 

sábado, 10 de agosto de 2024

 




Esperanza

 

Mientras que con constancia

su rosa riegue la niña

y el abuelo, esperanzado,

arranque las hojas secas

de un geranio

Mientras él trasplante la menta

de un tiesto a otro

y ella elija

la planta al ramo

Mientras haya quien huela el aire

en primavera

y alguien que guarde

en su memoria

el dulce olor que tras la lluvia

tiene la tierra

Mientras mirando un árbol

recuperemos la infancia

y nos quedemos

—súbitamente—

callados

al contemplar una flor…

no morirá la esperanza

María Jesús