domingo, 10 de agosto de 2025

 


                                                       Imagen de Karolina Graboswka

                                                  

Receta para contemplar un manzano

 

Tomamos unas buenas y sanas raíces, de las del tipo retorcido y profundo, y las envolvemos con papel de tierra bañada en agua y musgo; seguidamente elegimos un lozano tronco, que sea fácil de manejar y le practicamos diversos cortes de arriba abajo, poniendo buen cuidado en que estos sean superficiales y no dañen el interior. Los dejamos que sequen al aire y que vayan tomando forma. Cuando estén en su punto tomamos el tronco y lo espolvoreamos con agua de canela, poniendo un chorrito de resina añeja para que le dé más sabor. Dejamos en reposo, tapado con unas gotas gordas de lluvia, y procedemos a pintarlo con un pincel amplio y rugoso. Aunque el color suele ser amarronado, puede variar su tonalidad, más rojizo o más ocre, en función de la resina y la canela que le hayamos echado. Al mismo tiempo iremos colocando las ramas, que previamente habremos cocido con un caldo de polen y unas rodajas de petricor, y las iremos uniendo al tronco, con suavidad, pero con firmeza, si fuera necesario las ajustaríamos con algunos golpes ligeros de almirez. Es un trabajo que requiere paciencia y cierta maña, pero el resultado lo merece; cuantas más pongamos más frondoso sabrá después nuestro plato; al tiempo que las vamos añadiendo, debemos intentar expurgarla, con meticulosidad, de serpientes o gusanos, que suelen hacer nido en este tipo de alimentos y estropearnos el guiso.

Seguidamente lo ponemos todo al baño María, maceramos las hojas durante unas horas, para que adquieran esa tonalidad verde inconfundible y, posteriormente las amasamos dándole la forma que más nos guste: puntiagudas, abombadas, alargadas… y dejamos secar al aire puro; finalmente, enganchamos con aguja e hilo, de color invisible, a las ramas.

Podemos, si nos apetece, añadir más hojas para que el plato salga más sustancioso.

Como punto final, adornaremos el pie del árbol. Sazonaremos alrededor de este con bastante hierba menuda, mezclando diferentes tonalidades.

El colofón será colgar de las ramas —a modo de pendientes— muchas manzanas de colores: rojas, amarilla o verdes…  y después las rociamos con aroma ácido o dulce, según gustos y colores.

Ocasionalmente podemos añadir, bien cobijados entre ramas, algún nido de gorriones o de jilgueros que siempre darán una nota de alegría al plato.

Una vez hayamos acabado de decorarlo, tomamos asiento, a una cierta distancia, y nos dejamos llevar por la apetitosa visión del manzano, o bien nos recostamos en su tronco y disfrutamos de una buena y sabrosa sombra.

 

María Jesús

2 comentarios:

  1. Me gusta tu receta muy propia para estas fechas, un abrazo fresquito amiga querida

    ResponderEliminar
  2. Me alegro de que te haya gustado. Un abrazo con sabor a manzana para ti, amiga.

    ResponderEliminar