Receta
para contemplar un manzano
Tomamos unas buenas y sanas raíces, de las del
tipo retorcido y profundo, y las envolvemos con papel de tierra bañada en agua
y musgo; seguidamente elegimos un lozano tronco, que sea fácil de manejar y le
practicamos diversos cortes de arriba abajo, poniendo buen cuidado en que estos
sean superficiales y no dañen el interior. Los dejamos que sequen al aire y que
vayan tomando forma. Cuando estén en su punto tomamos el tronco y lo
espolvoreamos con agua de canela, poniendo un chorrito de resina añeja para que
le dé más sabor. Dejamos en reposo, tapado con unas gotas gordas de lluvia, y
procedemos a pintarlo con un pincel amplio y rugoso. Aunque el color suele ser
amarronado, puede variar su tonalidad, más rojizo o más ocre, en función de la
resina y la canela que le hayamos echado. Al mismo tiempo iremos colocando las
ramas, que previamente habremos cocido con un caldo de polen y unas rodajas de
petricor, y las iremos uniendo al tronco, con suavidad, pero con firmeza, si
fuera necesario las ajustaríamos con algunos golpes ligeros de almirez. Es un
trabajo que requiere paciencia y cierta maña, pero el resultado lo merece;
cuantas más pongamos más frondoso sabrá después nuestro plato; al tiempo que
las vamos añadiendo, debemos intentar expurgarla, con meticulosidad, de
serpientes o gusanos, que suelen hacer nido en este tipo de alimentos y
estropearnos el guiso.
Seguidamente lo ponemos todo
al baño María, maceramos las hojas durante unas horas, para que adquieran esa
tonalidad verde inconfundible y, posteriormente las amasamos dándole la forma
que más nos guste: puntiagudas, abombadas, alargadas… y dejamos secar al aire
puro; finalmente, enganchamos con aguja e hilo, de color invisible, a las
ramas.
Podemos, si nos apetece,
añadir más hojas para que el plato salga más sustancioso.
Como punto final, adornaremos
el pie del árbol. Sazonaremos alrededor de este con bastante hierba menuda,
mezclando diferentes tonalidades.
El colofón será colgar de las
ramas —a modo de pendientes— muchas manzanas de colores: rojas, amarilla o
verdes… y después las rociamos con aroma
ácido o dulce, según gustos y colores.
Ocasionalmente podemos añadir,
bien cobijados entre ramas, algún nido de gorriones o de jilgueros que siempre
darán una nota de alegría al plato.
Una vez hayamos acabado de
decorarlo, tomamos asiento, a una cierta distancia, y nos dejamos llevar por la
apetitosa visión del manzano, o bien nos recostamos en su tronco y disfrutamos
de una buena y sabrosa sombra.
María Jesús
Me gusta tu receta muy propia para estas fechas, un abrazo fresquito amiga querida
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado. Un abrazo con sabor a manzana para ti, amiga.
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