martes, 30 de septiembre de 2025

 




15 septiembre

Heme aquí, que dirían los clásicos, observando, en la soledad de la noche. Son las ocho y media, pero noche es; observando digo, un montón de bolígrafos de colores, dos libretitas con purpurina y un tintero con su pluma y todo, que ni siquiera sé utilizar. Todo ello ordenadamente colocado sobre mi tocador―escritorio. No es lo único nuevo hoy en casa.

Esta tarde he bajado al bazar chino de la esquina a por un exprimidor de plástico y un pegamento. He cometido el error de llevar conmigo a Jordi y a los niños; Sandra estaba con una amiga repasando inglés en su habitación. Canciones en inglés, para ser exactos, a juzgar por los sonidos que salían del cuarto.

El caso es que hemos vuelto cargados con tres bolsas que contenían: unas acuarelas, lápices y unos cromos, no sé de qué, para Martí; una peonza, un cuento, un coche de plástico para Leo; unos calcetines, una revista de aeromodelismo, ―materia de la que nadie en la familia sabe nada― y una licorera para Jordi; unas diademas del pelo y unos guantes para Sandra; diversos juguetes de goma para los animales y un cuenco nuevo para Sirius; unas medias y unas zapatillas para mí; y una jabonera, con su jabón y todo, para el lavabo, amén de estos artículos de escritorio o así, que ahora observo alucinada.

Estoy segura de que esos bazares sacan al ave depredador que todos llevamos dentro. Planeamos sobre los objetos, aquí y allá, cogiendo cosas que nos llaman la atención y que ni siquiera sabemos para qué sirven y, la mayoría de las cuales, jamás usaremos.

Y, ahora que lo pienso, me he olvidado del exprimidor y el pegamento.

 

María Jesús

 

 

 

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