lunes, 3 de marzo de 2025

 




El dolor

 

Se esconde,

se acalla, se muerde,

se espanta, se duerme,

se apaga, se aleja…

pero siempre regresa…

El dolor…

Siempre viva

su afilada hoja,

siempre nuevo

bajo viejas formas

siempre a punto

para volverse a hundir

—certero—

en la entretela del alma

 

María Jesús

 

 

viernes, 24 de enero de 2025

 




Receta para pintar un cuadro

Lienzo de Montserrat González García

 

Se toma un pincel fino y una docena y media de colores surtidos que irán del blanco al negro pasando por el gris marengo y el azul cobalto, sin olvidar una pizca de rosa palo y de amarillo limón; seguidamente sacamos el lienzo impoluto, que previamente habremos horneado bien por los dos lados, y comenzamos la labor de hilar colores con figuras. Necesitaremos buen pulso para aliñar las líneas y rellenar los espacios, tampoco nos iría mal un cuarto y mitad de paciencia.

Una vez colado el dibujo, lo dejaremos secar y, posteriormente, lo caramelizaremos con un toque personal de vainilla, canela o hierbabuena.

Esta receta admite múltiples combinaciones tanto de colores, como de imágenes e, incluso, se podría, si se quiere, prescindir de los colores y el pincel y, elaborarlo con carboncillo, del tipo duro y fino, o con acuarelas de las que vienen en esas cajas de lata, bien cortadas en tajaditas cuadradas.

Si lo que nos apetece es algo dulce, nada como decantarnos por el pastel. Bien batidos sus colores suaves y, con un pensamiento de polvillo de azúcar, para que queden bien glaseados. Siempre podremos rectificar de dulce añadiéndole un pellizco de pimienta en grano o canela en rama. Con esta especialidad, es menester un poco más de tino y pulso, pero el resultado es espléndido.

En cualquiera de los casos, no olvidemos usar un buen caballete en parrilla para sujetar con firmeza el lienzo, y ponernos un blusón de un naranja afrancesado. La gorra de terciopelo negro, es opcional.

Y ya podemos crear nuestra obra de arte.

 

María Jesús

 

 

martes, 14 de enero de 2025

 




El barco

 

El barco extiende sus alas albas

y enfila rumbo hacia la isla lejana

—de cal y arena—

surca largas montañas

—ocre y morado—

y se desliza, ligero, por el cielo

—sendero violeta y grana—

con que se viste la tarde

vuela por los blandos mares

de añil ceniza y turquesa

se desliza sobre el verde

—acastañado del aire—

y, más tarde,

traspasa el intacto malva

de la aurora.

y arriba cierto,

salado y claro,

a la solitaria isla,

—de cal y arena—

María Jesús

 

 

 

sábado, 4 de enero de 2025

 




Receta para un día de Navidad

Fotografía: Landsmann

 

Se cogen cinco o seis villancicos y se amasan bien con un poco de musgo y un pensamiento de muérdago; seguidamente apartamos un poco de frío, si es helado mejor, y lo escarchamos con azúcar y anís. Dejamos reposar por separado, y en un molde aparte, echamos la alegría y la tristeza, un poquito de nostalgia y bastante emoción, de esa de calidad superior que guardamos para las grandes ocasiones.

Añadimos la sonrisa ilusionada de un niño y la mirada añorada de una abuela, más un retazo de zambomba y unas gotas de pandereta.

Lo confitamos todo junto y bañamos el portal, cuanto más humilde, mejor; agregamos a la masa, alguna estrella de algodón dulce, un par de pastorcillos de chocolate laminado y un buen puñado de almendras, higos, pasas y avellanas, todo bien cortadito en juliana.

Lo dejamos cocer al horno de la buena voluntad, y lo repartimos entre todos los seres de la tierra.

Según gustos, se le puede añadir unos gramitos de nieve azulona o unos gajos de sol calabaza.

Y, a disfrutar de un buen día de Navidad.

 

María Jesús

 

 

 

 

sábado, 21 de diciembre de 2024

 




7 febrero

Tocaba dentista infanto-juvenil, y Jordi doblaba turno. Muchas veces he pensado que mi marido está desaprovechado. Seguro, que si lo llevara a un casino de Las Vegas, hacía saltar la banca.

Nuestra dentista de familia, la doctora Giménez, es una mujer gordita y animosa; nos recibe siempre en su consulta como si nos hiciera pasar a la cocina de su casa a tomar un chocolate con churros, pero luego se emplea a fondo con nuestras dentaduras, con una mirada brillante en sus ojos, que ya querría para él Hanibal Lecter. Sandra tenía revisión de los bráquets; los lleva desde hace tres años, unos transparentes que costaron un ojo de la cara, pero por no causar traumas adolescentes, nos apretamos el cinturón y aquel año nos quedamos sin vacaciones. A Martí había que hacerle un empaste, y al pequeño Leo le van controlando los dientes de leche, que parece que aún no quieren moverse. Mi pequeña tropa, al grito de: «Abre grande, abre grande», ha ido pasando por la consulta, y yo, entre uno y otro, he ido parloteando con otra madre que estaba sentada en la sala de espera. Nos hemos puesto al día en cuestiones dentales de nuestros respectivos vástagos, y ambas hemos coincidido plenamente en que estos tratamientos, de cualquier tipo o duración, los debería cubrir la Seguridad social; y ya puestas, hemos coincidido en que la pasta dental, los colutorios y los kiwis, también. No recuerdo cómo hemos llegado al tema kiwis, pero lo hemos hecho. Seguramente hubiéramos llegado más allá, si la doctora Giménez no hubiera acabado con los niños. La mujer y yo nos hemos despedidos con un sentimiento de simpatía mutua, y ella me ha sonreído animosamente cuando me ha visto sacar con tristeza la visa para pagar a la recepcionista, que con una blanca sonrisa de anuncio —le deben de hacer precio especial en el tratamiento láser― me ha dado cita, con la indiferencia de las mujeres sin hijos, para dentro de un par de meses.

(…)

Diario de una mujer del extrarradio (fragmento), Pérez Barrios, María Jesús Edit. Círculo Rojo, 2024.

De venta en Amazon, Libros. CC, Buscalibre, El Corte inglés, FNAC, La Casa del libro… (Bajo demanda)

Fotografía: Laker

 

 

martes, 10 de diciembre de 2024

 




Elecciones

 

El pájaro se hizo hoja para saborear la firmeza del tronco y sentir así su pertenencia a la tierra. La hoja se volvió pájaro para volar bajo el azul del cielo y saborear la libertad de viajar sin rumbo.

El árbol estiró sus raíces bajo tierra y el cielo azul expandió sus nubes, mientras ambos sonreían escépticos y comprensivos.

 

María Jesús

 

 

sábado, 30 de noviembre de 2024

 



Diario de una mujer del extrarradio

(fragmento)

 

6 enero

No sé bien cómo se empiezan estas cosas, pero yo lo haré por el nombre. Mi nombre, heredado de mis abuelas por partida doble, es María Isabel, aunque con esa manía tan nuestra de alargar los nombres cortos y acortar los largos, todos me llaman Isa. Hoy comienzo a escribir este diario, básicamente por dos motivos:

Primero: porque me lo ha regalado mi cuñada, y yo soy persona de aprovechar las cosas.

Segundo: porque mi amiga Bea, la soltera, mi hija mayor: Sandra, y algún psicólogo de los de la tele me han dicho, ―bueno, el psicólogo no me lo ha dicho personalmente, pero yo me he dado por aludida―, que escribir en él relaja mucho, y hace que relativicemos cuando se ha tenido un mal día o incluso un día normal.

Así que allá voy.

Hoy, festividad de los santos y mágicos Reyes, hemos tenido la última reunión familiar del buen rollo navideño. Se adivina que esta vez ha tocado en casa: padres, suegra, abuela, hermanos, cuñada, sobrinos, hijos y, catatónico marido, alrededor del dulce nido navideño de los Hernán-Cestillo. En total catorce almas con sus cuerpos y todo. Faltaba mi cuñada Maite, hermana de mi marido, que andaba de viaje, la pobrecilla (no sé si entre letras se puede leer el sarcasmo) ¡Ah!, me olvidaba de escribir que al sarao también asistió Sirius, el perro de casa ―mil leches en un cuerpo―, y Barbie, la gata.

Una pensaría que teniendo tres hijos, Sandra de 14, Martí de 10 y el pequeño Leo de 6, en cuestión de mañanas de Reyes para mí todo está inventado, pero no es así. No me dejan de sorprender siempre las caritas anhelantes de los niños (y esposo), ante los regalos desordenadamente puestos bajo el árbol. Aunque ahora el único que desconoce el secreto sea el pequeño, —y quizá Sirius, que no se entera mucho—, los demás no le van a la zaga a estos a la hora de las exclamaciones y de rasgar ruidosamente los papeles de regalo.

(…)

María Jesús