Receta
para contemplar el mar
Fotografía de Sasha Martinov
Aunque este plato permite diversos
acompañamientos, yo he elegido este, que es mi favorito.
En primer lugar, iremos al
mercado a primera hora, que es cuando más frescos están los productos, y compraremos
un atardecer de los largos y rosados, se ha de escoger uno con los bordes
violetas (y no blancos o azules, que nos afearían el conjunto); seguidamente se
lleva a casa y se pone a macerar con unos gramos de sol añejo, del de última
hora. A continuación, salpimentamos con algunas estrellas de cosecha temprana,
le añadimos un gajito de luna plateada y, reservamos.
Por otro lado, colamos la sal
y el agua azul, verde o gris —esto a gusto del consumidor— y batimos bien,
hasta que salga toda la espuma, la rizamos con un tenedor de sepia morado y la
extendemos en una superficie bien amplia y rizada, previamente forrada con
arena fina y dorada, si no se tiene de esta a mano, también podemos utilizar la
otra más gruesa, el resultado variará poco. Echamos algunas algas finas y
verdecinas, alguna concha, (pueden llevar perlas de nácar en su base, aunque
nos subirá bastante el precio), y es optativo echarle también algunos puntitos
dorados del color del aceite crudo. Si nos apetece, podemos decorar con algún barquito
de vela blanca en lontananza, el resultado sabrá, indudablemente, mejor.
Acto seguido, colocamos todo
el guiso bajo el manto del atardecer, que previamente habíamos reservado, y lo
unimos, poniendo buen cuidado de que este quede arriba, bien ajustado por el
lado central donde, como pincelada final, pondremos una línea de horizonte,
larga y fina, de un azul cobalto, que parezca que parta en dos ambas cocciones.
Tomamos cierta distancia, y
escogemos un lugar agradable, si tiene brisita sazonada mejor; extendemos una
toalla, cortada en lochas gruesas y blandas, y tomamos asiento. Después,
bañamos el alma y la mente de calma dulce, deshacemos las prisas y angustias en
migajas bien finas, hasta hacerlas desaparecer.
Y ya estamos preparadas para
saborear, un buen guiso de mar.
María Jesús