Publicado
en la Revista Almiar
Evaristo
(El sueño de los justos)
Como Dios en su séptimo día: cansado, pero
satisfecho de su labor. Así se sentía Evaristo cada tarde al salir del trabajo.
Antes de llegar a la pensión,
con nombre de mujer y olor de cocido, daba un paseo por el puerto y aspiraba el
olor a salitre y a horizonte. A veces, compraba pan y se lo echaba, sin prisa,
a las palomas.
Después, subía Rambla arriba, cenaba,
cepillaba minuciosamente su uniforme, sacaba brillo a la hebilla del cinturón
y, lustraba sus botas negras con un esmero que rayaba la ternura; luego, se
acostaba.
Y, como los ángeles, dormía
santamente, acunado por los gritos desgarrados que habían ido dejando en su
inconsciente, aquellos a los que durante el día había ido torturado.
María Jesús
Me ha gustado la crítica social con esa fineza que es tu estilo. Un abrazo de letras querida María Jesús
ResponderEliminarMuchas gracias, Maribel querida. me alegro de que te guste. Otro abrazo para ti
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