Publicado en la Revista Almiar
Imagen: “La paloma de la paz”, de
Bansky
Huida
Las cosas ya estaban bastante
difíciles para aquella vieja ciudad —Alá, Yavé y Dios se la disputaban sin
descanso desde hacía siglos— cuando de pronto empezaron a correr rumores de que
también Confucio, Buda y Vishnu habían realizado durante sus vidas alguna que
otra excursión a ella.
La
ciudad esperó al veinticinco de diciembre, momento en que el personal se
tranquilizaba un poco, y se evaporó.
Casi
al mismo tiempo, en un remoto lugar del Ártico, un joven inuit se preguntaba a
cuál de sus dioses debería agradecer el prodigio de la aparición de aquel
hermoso olivo que, de la noche a la mañana, había crecido en sus heladas
tierras.
María
Jesús
Con pocas palabras has dicho mucho creo entender que con el olivo vino la paz. Un abrazo lluvioso mi querida María Jesús
ResponderEliminarMil gracias, querida amiga. Ojalá que así sea. Un abrazo fuerte
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