viernes, 22 de diciembre de 2023

 



Las buenas intenciones

 

Subiremos al altillo las buenas intenciones. Las dejaremos macerando entre la humedad y los ácaros. Dormidos los arpegios de la zambomba y la pandereta, y la cantinela, dulce como el anís, de los villancicos de siempre.

Cobijados entre postales rebosantes de palabras entrañables y de hermosos colorines, resguardados por el espumillón y los pastores de plástico o terracota, olvidaremos también las buenas intenciones y seguiremos con las de siempre, que nunca son de una pieza, ni de un único color.

Metidita entre pajas cobijaremos la paz —no sea que si la aireamos se nos desgaste— y amaremos desde lejos a los hombres de buena voluntad, si es que tenemos la ventura de encontrarlos en algún mes del año y la fortuna de saberlos reconocer al hallarlos.

Trastearemos los viejos nuevos propósitos de cada enero al ritmo de las campanillas y de las canciones de burbujas sonrosadas que nos felicitan sin cesar a golpe de timbales. Recibiremos y daremos, sin mirar a quien, nuestros abrazos rellenos de cava helado, junto a nuestros deseos de felicidad impermeable.

Luego esperaremos, agarradas a la última brizna de magia que queda en nuestros corazones de niñas, a que lleguen esos tres inmigrantes de lujo montados a camello y nos traigan la fuerza y la ilusión necesaria para encarar el nuevo año, antes de que se nos escurran los días, se oscurezcan las sonrisas y el año se nos empiece a desteñir entre las manos.

María Jesús

2 comentarios:

  1. Me gusta tu estilo y con dulzura la crítica social, un abrazo con sabor a turrón querida amiga

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