Aquel
verano
Aquel fue un verano global e igualitario que no
respetó latitudes ni hemisferios. Cuentan que se alcanzaron los 70 grados en
diversos puntos del planeta, y que en ninguno de aquellos noventa días bajaron
los termómetros de 50 grados en la sombra.
La gente se atrincheró en sus
casas, medio encueros, con bidones de agua —los que la tenían— al lado, pegados
al escaso frío de las piedras o los azulejos, y echando mano de toda clase de
artilugios para rebajar aquel calor, que según dicen, se podía cortar en
gruesas y crujientes rebanadas.
Las personas dejaron de
asistir a sus puestos de trabajo por riesgo a exponer sus vidas y morir
deshechos en el intento de lograrlo.
Pronto las calles de las
ciudades y los campos estuvieron llenas de cadáveres de toda clase de pájaros:
palomas, gorriones, abubillas, golondrinas… que caían de sus nidos con el pico
abierto y las alas cerradas. Por las noches, cuando la temperatura bajaba unos
grados, un esforzado equipo de voluntarios salían en bañador a recogerlos y
enterrarlos.
Cuentan que el aire de aquel
verano olía a flores muertas, árboles resecos y sudor humano. El sol tomó la
tierra y la estrujó entre sus rayos.
También dicen que, por una vez
todos los países del mundo se unieron perezosamente en el acto de no hacer
nada, más que vivir e intentar dejar pasar las horas buscando el fresco de las
piedras y, el alivio de las conversaciones ligeras.
No fue un buen verano, eso
cuentan siempre los que lo vivieron, pero, aunque hubo muertes naturales, al
parecer, durante esos cálidos noventa días, no se declaró ni una sola guerra o
reyerta en todo el planeta, no hubo un solo robo, asesinato o acto violento
entre la población.
El calor amansó, por fin, a
las fieras.
María Jesús
Me gusta la metáfora de ese exagerado verano y el final feliz. Un abrazo grande querida María Jesús
ResponderEliminarMuchas gracias. Me alegro de que te guste🤗 Otro abrazo para ti
Eliminar