lunes, 30 de septiembre de 2024

 




Los primeros okupas

 

Estaba yo escuchando a medio oído las noticias de la tele cuando, ante las imágenes casi cotidianas de un desahucio, me dio por relacionar cosas, ya saben aquello de que una oliva te lleva a la aceitera y la aceitera al salero y el salero a la cocina y pasas a recordar que aún tienes los platos por fregar. En fin, cosas mágicas y a veces puñeteras que tiene la mente.

El caso es que del desahucio me fui a los okupas, aunque por lo que recuerdo los desahuciados eran una familia con dos niños, gato y lavadora, o sea como cualquier otra. Como iba diciendo la asociación, —aleatoria e inocente, por supuesto—, me llevo a pensar que los primeros okupas, o unos de los primerísimos de la historia, fueron los admirados colonizadores, y con ellos no hubo Dios ni banco capaz de poder echarlos hasta que decidieron irse, cuando les vino en gana.

Eso sí, no se fueron, como los de la tele, con lo puesto, un par de bolsas, el gato, los niños y la lavadora, no, señora; ellos arramblaron con todo lo que había de valor en la casa okupada

Y dejaron los trastos viejos para disimular los agujeros que habían hecho en las paredes durante su ocupación, o tal vez, fue porque el servicio de recogida de muebles y reciclaje todavía no se había inventado. Lo que me recuerda que aún no he bajado la basura al contenedor.

¡Ay, qué ver! los caminos de la mente como se bifurcan, a lo tonto y a su antojo.

María Jesús

 

sábado, 21 de septiembre de 2024







En un principio fue el agua

 

En un principio fue el agua

y creó la tierra,

en un principio fue el aire

y creó al sol,

en un principio fue el pez

y creó al ave,

en un principio fue el hombre

y creó a Dios

                                                                   María Jesús

 

 

 

martes, 10 de septiembre de 2024

 




Sospechas

 

Desde que mi hermana menor vio «La sirenita» en la televisión, decidió no salir de la bañera, y, por no contrariarla, el resto de la familia hacemos vida en el cuarto de baño; nos lavamos en palanganas y nos alimentamos de sardinas.

Mi madre, la pobre, anda siempre tan ocupada acarreando barreños, pasando el mocho y yendo a la pescadería, que no se ha dado cuenta de los colmillos que le han ido creciendo a mi padre desde que hace un par de días pasaron «Drácula, príncipe de las tinieblas», en la sesión de tarde. Pero yo, que tengo más tiempo libre, sí que me he percatado del detalle, y ando preocupado. Ayer, sin ir más lejos, cuando regresó de la oficina traía puesta una larga y negra capa de satén, que levantó mis sospechas.

Esta tarde me pasaré por la carpintería, a ver si hay alguna oferta en estacas y martillos.

 

María Jesús