lunes, 30 de septiembre de 2024

 




Los primeros okupas

 

Estaba yo escuchando a medio oído las noticias de la tele cuando, ante las imágenes casi cotidianas de un desahucio, me dio por relacionar cosas, ya saben aquello de que una oliva te lleva a la aceitera y la aceitera al salero y el salero a la cocina y pasas a recordar que aún tienes los platos por fregar. En fin, cosas mágicas y a veces puñeteras que tiene la mente.

El caso es que del desahucio me fui a los okupas, aunque por lo que recuerdo los desahuciados eran una familia con dos niños, gato y lavadora, o sea como cualquier otra. Como iba diciendo la asociación, —aleatoria e inocente, por supuesto—, me llevo a pensar que los primeros okupas, o unos de los primerísimos de la historia, fueron los admirados colonizadores, y con ellos no hubo Dios ni banco capaz de poder echarlos hasta que decidieron irse, cuando les vino en gana.

Eso sí, no se fueron, como los de la tele, con lo puesto, un par de bolsas, el gato, los niños y la lavadora, no, señora; ellos arramblaron con todo lo que había de valor en la casa okupada

Y dejaron los trastos viejos para disimular los agujeros que habían hecho en las paredes durante su ocupación, o tal vez, fue porque el servicio de recogida de muebles y reciclaje todavía no se había inventado. Lo que me recuerda que aún no he bajado la basura al contenedor.

¡Ay, qué ver! los caminos de la mente como se bifurcan, a lo tonto y a su antojo.

María Jesús

 

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