De
la invención de los cuentos
Al
anochecer se reunían todos alrededor de la hoguera, dentro de la cueva de
piedra gris, decorada con pinturas de caza y animales. Una mujer, que era vieja
y arrugada, valiéndose de señas y muecas, con una voz, sarmentosa y profunda,
explicaba historias. Cuentos, mentiras que una vez fueron verdad.
Sus
palabras, sin idioma, llegaban a cada miembro de su tribu e, igual que las
pequeñas chispas que saltaban de la lumbre, iluminaban las mentes de aquellos
que la escuchaban sin perder ni uno solo de sus movimientos. Sonido, gesto y
mueca se iban deshaciendo entre el espacio y el tiempo.
Aquellos
seres lo ignoraban, pero algunas de aquellas imágenes, alguno de aquellos
sonidos, germinaban en un incierto lugar, entre su corazón y su cabeza, como
semillas invisibles destinadas a dar luz a la humanidad.
María Jesús
Me ha encantado tu micro, amiga querida. Un abrazo de mucho cariño
ResponderEliminarMil gracias, Maribel. Me alegro mucho, mucho. Un superabrazo
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