La
begonia azul
Seleccionada y publicada en el
XIII Certamen Manuel J. Pelaez
Cuando ella me dejó, se olvidó en casa una
pequeña planta: una begonia de flores azuladas.
Yo la riego con esmero y
vigilo cada día su tierra, sus flores y los retoños que le van naciendo. No me
olvido de su ración de fertilizante mensual; tampoco de rociarla, de vez en
cuando, con un poco de insecticida para que no hagan nido en ella los gusanos.
Está hermosa, crece sana.
Ni siquiera las quemaduras de
los cigarrillos con las que, metódica y dulcemente, abraso sus hojas una vez
por semana, hacen que la pequeña begonia palidezca.
María Jesús