jueves, 10 de marzo de 2022

 


La oficina de las memorias perdidas

 

Hay un lugar, bastante visitado, por cierto, que está localizado en una calle sin nombre, medio oculta entre las pequeñas arterías del casco viejo.

Allí suelen acudir las personas que, en un momento u otro, han perdido su memoria, bien sea un pedacito de ella o en su totalidad.

El personal que atiende es muy amable, pero escaso. Por culpa de los últimos recortes se ha tenido que prescindir de la mitad de la plantilla; así es que ahora, no hay nadie en información que te oriente a la hora de rellenar las solicitudes para cursar la petición. Esto ha supuesto, aparte de más de un robo ―por distracción— de los bolígrafos, que están allí a disposición de todos, otras cuestiones de mayor envergadura.

Las personas, que no recuerdan sus datos —por algo están allí claro—, rellenan las instancias con lo que se les ocurre en el momento y, luego, tan felices, presentan en ventanilla los impresos.

En la oficina los empleados son eficientes y trabajan bien, por lo que siempre se sale de ella con la memoria recuperada, aunque, a menudo, esta no se corresponde con la que se había perdido; sin embargo, hasta el momento, no ha habido ninguna reclamación con respecto a ello; al contrario, según los últimos datos publicados en el BOE, las cifras del aburrimiento vital han caído en picado.

María Jesús

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