Principios y finales
1931-1939
… un apuesto
joven al que besó en los labios con ternura, y entonces el joven, que no era
otro que el príncipe disfrazado, se convirtió en un hermoso labrador y se puso
a trabajar la tierra; y colorín, colorado este cuento se ha acabado ―terminó la
maestra con una sonrisa.
Aplaudimos
todos con ese entusiasmo que tienen los niños en primavera. La maestra nos
observaba con aquellos ojos claros que parecía que más que mirar, acariciaban.
Sus clases siempre las empezaba con un cuento, decía que así lograba que todos
llegáramos puntuales a la escuela.
Sus historias eran hermosas y diferentes, su
manera de enseñar también. Apenas si regañaba y jamás nos castigaba.
Llevaba poco
más de dos meses en el pueblo. Creo que llegó en aquellos días en que todo
parecía nuevo y brillante, y los mayores se diría que estrenaban vestidos
nuevos, y andaban con prisas, y risueños como si tuvieran muchas cosas que
hacer y fueran todas divertidas e importantes.
La recuerdo allí, serena y sonriente, con la
flamante bandera tricolor a su espalda, sentada ante la vieja mesa de madera
llena de libros y papeles.
Dicen que
también se mantuvo así, serena y sonriente, cuando arrimada a la tapia del
cementerio, los disparos de aquellos hombres vestidos de azul le reventaron el
corazón.
María Jesús
Suave, dulce y final triste .Me gusta como está escrito, un abrazo grande amiga
ResponderEliminarMuchas gracias, Maribel. Sí, el final es triste, como fue aquel horror, sin embargo, las semillas que las maestras dejáis, siempre acaban por dar fruto. Así lo creo. Un abrazo fuerte
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