jueves, 26 de mayo de 2022

 




Esperanza

2º Premio en el Certamen de sant Jordi de Mollet del Vallès 2022

 

Hace tiempo que la observo. Viene casi cada tarde; es menuda, los cabellos cortos y claros, acostumbra a vestir una chaqueta oscura, de un color impreciso, entre el negro y el gris.

    Sonríe al entrar y hace un ligero gesto con la cabeza como si saludara y después se dirige lentamente al revistero, coge un diario y se sienta, casi siempre, de cara a la ventana.

    De vez en cuando, levanta la cabeza y mira hacia la calle, como si intentara digerir algo pesado, duro o ingrato.

    Yo, mientras tanto, empiezo a ponerme nervioso, y vuelvo a pensar una vez más: será hoy, a lo mejor es hoy el día en que podremos conocernos. Tiemblo un poco y trago saliva, siempre en silencio, aunque alguna vez he sorprendido miradas burlonas en los compañeros de al lado.

    Al cabo de unos cuarenta y cinco minutos, suelo mirar el reloj grande de la sala, ella se levanta, deja el diario en su sitio y se marcha.

    Cada dos o tres semanas cambia un poco la rutina. Hoy, por ejemplo, después de dejar el diario, se ha acercado por el pasillo en dirección a mi lugar. Creo que me he encogido un poco, he palidecido, aunque seguramente nadie lo ha observado, y me he encomendado a todos los dioses que conozco.

    Yo, tan serio, tan preciso y formal, temblando como una hoja con el aire de su paso.

    Desde donde estoy he ido observando cómo su mirada y sus dedos pasaban distraídos de un lado a otro. Estaba tan cerca que podía notar su olor a espliego y fresa; por un segundo me he visto reflejado en las chispitas doradas de sus ojos grises, después, una vez más, ha pasado de largo.

    Se ha alejado llevando un libro de tapas rojas en las manos, creo que era una novela de amor.

    Me he sentido, como quien no entiende un enunciado por una palabra, como quien suspende un examen por una décima, tan cerca... y tan lejos.

    Pero sé que no debo perder la esperanza, cosas más extrañas se han visto en la historia, debo seguir viviendo con la ilusión de que, tal vez, algún día se fije en mí.

    Aunque solo sea un viejo, triste y gris diccionario de griego.

María Jesús

 

 

 

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