jueves, 13 de enero de 2022

 



Las vidas de Lola

 

Desde pequeñita Lola solo tenía un afán, pero era un afán muy ambicioso. Quería vivir muchas vidas.

Un día Lola decidió ser trompetista, así que bajó a comprarse una trompeta y unas cuantas partituras en la tienda de la esquina. Poco a poco descifró aquellas notas que, parecían pajaritos sobre cables de la luz, y tocó alguna canción. Cerró los ojos y el olor a humo y bourbon, la poseyó como lo haría un buen perfume. La deslumbró el brillo de los blancos dientes del pianista que la acompañaba siguiéndole el ritmo sin perderse. Se empapó de la tristeza de aquel local de entreguerras, del que no sabía el nombre, luego abrió los ojos.

Otro día Lola decidió ser viajante de comercio y recorrer mundo. Se compró unas buenas zapatillas de deporte y un maletín para llevar las muestras de los productos —todavía no había decidido cuales serían—, y dando un par de vueltas por su comedor, se vio sentada en un tren, de aquellos que corren tanto que el paisaje se difumina a través de las ventanas. Charló con la abuelita que iba sentada a su lado, le regaló un caramelo a la niña de las trenzas que iba enfrente e, incluso consiguió venderle una bobina de buen hilo azul marino —eso era finalmente lo que contenía su maletín—, a un señor muy trajeado que hablaba por el móvil, arriba y abajo del pasillo, como si persiguiera alguna presa. Pronto el tren entró en un túnel y Lola volvió al comedor de casa.

Una tarde al merendar Lola decidió que se haría repostera. Compró harina, huevos, azúcar y leche y se puso a hornear dulces bollos, que luego repartió por la escalera a todos los vecinos. Sus manos y su pelo se perfumaron con el aroma de la miel y el calor de los pasteles, su corazón se esponjó como una masa bien horneada, pero los ingredientes se acabaron y la cocina quedó hecha un desastre. Lola tardó tres horas en recogerla, para cuando acabó ya estaba oscureciendo.

Una noche al acostarse Lola decidió que sería abogada. Defendería a los inocentes ante las leyes injustas, se dijo colocándose la toga y el birrete como si fueran el pijama. De pronto el olor a madera vieja y las miradas llenas de miedo y esperanza la rodearon y, cuando sonó el golpe seco de la maza del juez sobre el estrado, sintió un escalofrío y se quedó dormida.

Esta mañana al despertar, Lola se encontró con que era una mujer muy vieja, no recordó haber decidido eso en ningún momento de su vida o de sus sueños, pero ahí estaban esas manos arrugadas, esas rodillas artríticas, esos ojos mortecinos, ese corazón desacompasado… era toda una abuela y, ahora, su único afán consistía en vivir un día más, sin importarle en qué vida lo hiciera.

María Jesús

 

 

 

2 comentarios:

  1. Parece como si fuera una sucesión de vidas que va teniendo la protagonista .Me ha gustado.

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    1. Me alegro mucho. Esa era la idea. A la querida Lola, una vida le quedaba corta. Un abrazo grande, Maribel.

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